miércoles, 10 de octubre de 2007

EL VAGABUNDO Y COMO EVITAR CAER EN LA HOGUERA DE LAS VANIDADES


El acorazado samaritano que un día cualquiera se topó con espejismo, texturas de santidad creencias y vehemencias que fueron lanzadas como sanguijuelas hambrientas a sus remarcados pasos en la arena pretérita, fue en el día en que vio llover sapos en una película con nombre de flor, MAGNOLIA. Esa tarde de aquella fecha imperecedera, el mortal chilango, se encontraba en el sillón de una habitación alumbrada en ciertos puntos con luces muy discretas, maquillada en tonos azulados y con grandes carteles de creación propia, alguno que otro libro arrumbado en la cama, la cual era, es y será fiel testigo de olores, sabores, sensaciones y sudores, peleas, amoríos exquisitos y una larga lista de semántica del amante. El piso perfumado por aromas sintéticos se conformaba con reflejar, mediante estructuras de loza, la cabisbaja figura de una sombra que se mostraba atenta a las situaciones fílmicas de una cinta llena de delirio y redención, de pasados suprimidos y nervios cadavéricos. Una tarde en la que el sol se ahogaba entre nubes envueltas en llamas y un ambiente místico, caracterizado por la purpúrea alineación de luces empeñadas en saborear la fúnebre partida de su creador. Un crepúsculo que tamborileaba al ritmo de una melodía decadente, un blues de la bruja blanca, de aquella cuya perdición se colocaba entre altares de LSD, COCA y heroina. El viento en ese particular día de la vida del LOBEZNO NOCTAMBULO, soplaba con furia fresca, con sonidos de especímenes conocidos, de bestias que gritaban al vacío para encontrar su hijo perdido, a un huérfano de la noche, a un niño de colmillos alargados y pelaje de pavor, esos sonidos que llamaban al compas de la guerra, al tono de un enjambre de relámpagos, de un magnánimo solo de guitarra, al mero estilo HENDRIXIANO, llamaban sin parar a un ser que sólo habita en la oscuridad y duerme en la pesadez existente de su castigo. Un audio empeñado en cortejar al más severo de los críticos, al más terco, al más infame de las especies del aullido. Una onda que traspasaba sus poros y lo conectaba a su estado de terror, al estado en que más se identifica, al de un animal cuadrúpedo, al de un asesino, al de un psicópata deseoso de víctimas.

THE END, aparecía en los últimos fotogramas del DVD, un final cardiaco, donde los personajes no encuentran un desenlace del todo algador, un poco regularzón aplicable en gran medida a la realidad, caminos sin meta, sencillamente sólo un PUEDE SER, POSIBLEMENTE, TAL VEZ, nada en concreto, sólo especulaciones, sólo canales abiertos a probables zig zags de la trama. Apago el monitor y tomó las llaves de mi NEGRA, salgó sin avisar sobre mi rumbo, y me desvanezco en una calle sin lámparas hacia un guión por terminar, hacia un capítulo más.

El recuerdo, en ocasiones es fiel, en otras se va con el primer cabrón que le llega a la tarifa. Algo de esto es engañoso, una simple tetra entre la conciencia y el patíbulo falso de una inconciencia tentadora. Mentiras que vienen y se impregnan a ti sin compasión que ciertos agentes de tu venosa envestidura logran detectar sin problemas. Las huellas secas y fosilizadas cortejan contigo invitandoté a delinear sus formaciones con tus pasos, únicas llaves con acceso al gran portal de un pequeño BAR de la esquina de AMSTERDAM y SONORA, aquel con el nombre del MITOTE.

JAJAJA!, tres chavos carcajeaban en la barra principal, la cual llacía en forma perpendicular a la entrada; risas, choques de copas relucían en su entorno, sonrisas desviadas dirigidas a un grupo de foráneas de cabellos rubios sentadas al otro extremo de la guarida del cantinero. Los DON JUANES charlaban con voces altisonantes, manoteban en el aire, actuaban desvariadamente sus chuscos relatos del día o de días pasados, hacían intermedios para lanzar miradas a las bellas damas que contrastaban con su LUCIDA apariencia sobre fondos grisáceos garabateados por un sin fin de líneas curvas de colores variados y una que otra imagen de retratos sepia o monocromático. El continuo coqueteo de ambos bandos provocaba una velada francamente divertida, en la que por medio de movimientos estratégicos y jugadas improvisadas, los TRES GARCIA intentaban cortejar a las CHICAS. Uno que otro piropo era aceptado gustosamente por ellas, que bajo un escaso entendimiento de las palabras castellanas mostraban una idea simpática y cómica de lo que, en particular, el mensaje quería
darles a entender. En cada intento, a cada nuevo movimiento de seducción, los bandos lentamente cedían, se acercaban cada vez más a una unión física, a un enlazamiento puramente sensual. Ahora las bebidas aparecían de mano en mano chocando continuamente en el SALUD! o en el CHEERS! o en un cruce de brazos y manos para poder saborear el congelado y fresco líquido CHELERO. Poco a poco las miradas se encontraban, las pláticas se combinaban en lenguajes distintos, los roces de piel, los alientos que se filtraban por los rostros, los labios parlantes y los típicos abrazos de AMISTAD hacían de las conversaciones una envidiable convivencia. La música congelaba el espacio, permitía disfrutar un suculento retrato de los bailes, del cruce deliberado de piernas, un enlace alagador en todos los sentidos. El meneo frenético de dos individuos iluminados por las trémulas pulsaciones de sus cuerpos, hacia sudar las paredes, compartía una humedad ardiente, una sofocación perenne, llamando a gritos despiadados a los altos mandos de la fuerza impulsadora de delirios, de vociferaciones orgásmicas y una que otra llamada al deseo.

El humo del cigarrillo me envolvía como una mascada cariñosa, recorría toda mi silueta en un rincón decorado sólo por un banquillo de madera, un par de copas de vino tinto y un cenicero sin usar, una foto perfecta de la soledad, una llamarada de sombras ornamentales, un conjunto de polvo y cenizas que constituían a la figura de tintas oscuras y ojos brillantes, una depresiva manera de pasar las lunadas, sólo en la completa melodía de los cortadores de venas, esos que se descarnan, que se desangran mientras escuchan las notas de las golondrinas. MUA MUA! besos a lo lejos, besos atragantadores, besos que desgarran, besos que ahogan, besos extasiados, besos de muerte, besos que marcaban el fin de una conquista con éxito, pero que no significaba el compartir las sábanas y las almohadas. Las tríadas, tanto los varones como las damas, daban por
terminado su sesión de deleites y manoseos, partían a la salida en tono muy amigable, es cuando se inicía el ME ACOMPAÑAS, VAMOS A OTRO LADO, VEN CONMIGO, YO TE LLEVO, VAMOS A SEGUIRLA, palabras que van con la intención de convencer y cerrar con BROCHE DE ORO la noche.

En el quinto trago de vodka decidí retirarme a explorar más sitios en los que pudiera, por lo menos sacar alguna sonrisa ajena a mis muecas mustias, una bella sonrisa que me pudiera apaciguar el desenfreno colérico que se había apoderado de mi temple. Mis intentos de seducción en ese lugar en particular habían caido en una vergonzosa y patética rutina sin sustancia, nada nuevo en alta mar, nada que tuviera alguna chispa vibrante e ingeniosa que atrajera las miradas de hermosas
musas. Añadiendo de que también, mi estado de ánimo no se encontraba angelado. Pague la cuenta y salí rumbo a los mares embrabecidos, a caminar en terrenos minados, en tierras de placer y vacíos espaciales. Las calles, esos rectos y curveados caminos que te pierden en una selvática jungla con cientos de bestias y monstruos esperando a iniciar su depredación, a cazar a sus presas, a alimentarse de la carne de los débiles, de los soñadores, son devoradores de sueños, se apoderan de tu conciencia, o lo poco que queda de ella, y te atren con carnadas, con lombrices centelleantes y flamas de bufonadas, un completo solsticio de placeres que se dejan venir como terremotos catastróficos, como choques eléctricos. Observas las luces parpadeantes de un pequeño lugar entre escombros y neblina. Apagas el motor de la motocicleta e indecididamente empiezas a caminar con sigilo y entumecido, gracias a una noche fría y con ventisca, tus muslos se encuentran a la puerta de un dolor muscular, tus manos adoptan un color pálido y tu aliento emite una pequeña dosis de vapores. Te diriges lentamente hacia la sexta copa o la primera conquista, no lo sabes, simplemente sigues el sendero invisible que se encuentra bajo tierra, un imán gigantesco que te arrastra sin que puedas alzar tus miembros. Ves el rincón sin iluminar de una pequeña callejuela sin luz, te acercas contemplando el bulto inerte de algo que se haya en un estado de descomposición fuera del sistema, una masa envuelta en bolsas de plástico y cartones de cajas tasajeadas. Es un individuo, que en nuestra decadente y muy inuhumana sociedad, se conoce como VAGABUNDO. Personas sin hogar, sobrevivientes en tierras malditas, donde su locura es la mejor postura personificada para combatir demonios y feroces materias que los acosan como puñales hirientes en la carne viva. Individuos que existen, pero que no son parte del mundo, que tal vez podría llamarse “NORMAL” , están fuera del entorno, de la cápsula protectora de un sistema que cada vez más se hunde en el TARTARO, en el abismo, en el hogar de los TITANES, aquellos DIOSES DEFORMES que fueron maldecidos, humillados y encerrados por los DIOSES CORRECTOS, algo similar pasa con los mal llamados PEPENADORES, el mundo los ve pero esa mirada sólo conlleva una dotación de ingredientes de LASTIMA Y VERGUENZA, una mirada que prefiere estar dentro de la ceguera.

El hombre, que por su postura, se veía practicamente en un estado enfermizo, casi al borde de la muerte, estaba plagado de franelas cortas simulando una manta que pudiera protegerlo del frío, a su vez una bolsa negra de plástico, de esas que se utilizan para los desechos domésticos, lo envolvía como una hoja de plátano envuelve un tamal, sus barbas asemejaban pequeñas enredaderas que caían hacia su pecho,, un pelaje de color grisáceo blanquesino moldeaba su cabellera
practicamente relamida e irregular, sus rostro palidecido mostraba signos cadavéricos flanqueado por unos ojos hundidos y ojerosos, su nariz era chata, un poco desproporcionada con orificios nasales grandes y angostos, sus bigotes y demás vello facial imposibilitaban la visión de su boca. Dormía con profundidad, un sueño triste, alejado, retirado de su condición y puesto en las cumbres de la fantasía, de los sueños eternos y los despertares cósmicos. Toque su cuello para averiguar si se encontraba con vida,, su pulso era débil, muy lento, y su piel carecía de suavidad, una armadura aspera y llena de mugre. Le dí unos empujoncitos para comprobar si podía abrir los ojos o si llacía inconciente, el hombre DESPERTO lentamente y me miró con una expresión aterradora; inmediatamente le hice un gesto de buena FE y el anciano seguía con su miedo, con una desconfianza inocente o, probablemente una inquietud moribunda. Mis ojos reflejaban su miedo,, su inconsistencia, lo traté de apaciguar brindándole un pequeño presente que pudiera, tal vez, colmar su hambre, sólo por instante, el viejo lo tomó precipitadamente y lo guardó cual objeto más valioso en su vida. Le pregunté con cordura si se encontraba bien, él, con una indiferencia propiciada por su extrañeza, se limitó a mover la cabeza con señal de afirmación, saque un par de billetes y sin meditarlo se los di, su mano cicatrizada y un poco ensangrentada los tomó y con una sonrisa sincera, agarra mi mano y la frota en un ademán de agradecimiento, mis sentidos sintieron como si les hubieran arrojado una cubetada de humildad, solemnidad y buena voluntad tras un rostro perplejo, embelecido de tan semejante instante.

La formas cambiantes del ser sólo pueden redefinirse en pequeños y diminutos lapsos temporales, en una dimensión que borra el pasado, atrae el presente y da flashazos de lo que, en ciertas probabilidades, se puede esperar del futuro. Los camaleones cambian constantemente su apariencia para confundir o persuadir a su enemigo, en tanto que las apariencias del hombre se transforman cuando en algunos mensajes providenciales, se hayan acosamientos camuflajeados en situaciones cotidianas, en simples quehaceres de la vida diaria, que están modificados levemente para atraer a su presa, pero si esos mensajes que van más allá de una sencilla apariencia rutinaria es, por el contrario, denegada o desechada, el ser encargado de confrontarla, no podrá decifrar el código existencial que estaba delineado y preparado para su misión, cayendo en reiterativos fallos que lo situaran en la completa indiferencia de su meta en la vida. En esa ocasión el mensaje fue directo para el LICANTROPO, la dirección no siempre debe ser tomada en formas tan rectas o con atajos, sino intentar tomar algunas referencias que orienten al viajante, aquel que tiene delante de él una verdadera odisea, un retorno al hogar idóneo y eterno. El viejo VAGABUNDO que había tomado la mano del peludo animal, sólo pudo ver, en una bestia tan repugnante, una simpatía co-existencial, un compañerismo viviente, cuando en principio el miedo era sólo una máscara fugaz, ya que el INDIGENTE de nombre JACINTO, vió más de lo que sus propias pupilas pudieran ofrecerle. El vió la bestia y vió al hombre, vió a un ser híbrido capaz de ayudar su difícil personificación en la existencia...

La noche aullaba, un temor ensordecedor tiritaba por las vecindades, por los callejones sin salida, los perros ladraban a la nada, el reloj de la vieja iglesia del barrio sonaba indicando las primeras seis horas de un Sábado despejado, pero muy frío. El ruido de la NEGRA se escuchaba cada vez más sobre el pavimento irregular de la principal avenida. La luna llena había permanecido firme en atestiguar las andanzas de la BESTIA y ahora era momento de retirarse y morir quemada bajo las flamas de su gemelo, aquel que se separó de ella cuando tomaron apariencias diferentes, optando la BELLA SELENE por el manto negro del día, la negrura de NIX. Las luces del vehículo apagaban sus tareas y las llantas tomaban su merecido descanso y el LOBO, agotaba sus pensamientos en el VAGABUNDO, aquel andrajoso que después de recibir el beneplácito
de un presente emitió su último suspiro en presencia de un monstruo ajeno a las estirpes ANGELADAS y a los súbditos celestiales. Murió bajo las sombras de la indiferencia, pero escuchando el eco de la ayuda, un apoyo que llegó demasiado tarde. Y bajo sirenas de desgracias, bajo interrogatorios administrativos, bajo miradas de chismorreo, bajo edificios corporativos, bajo un capitalismo viruliento, bajo egoismos, bajo la nada, el LOBO acompañaba el cuerpo inerte del anciano, que irónicamente había improvisado un sarcófago con desechos...

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